La agricultura que tenemos va a cambiar. No va a cambiar porque yo lo digo, sino porque tiene que cambiar. Esta declaración tiene la función de alinear nuestra intención individual con lo que el mundo necesita. El que heredamos es un mundo de rendimientos decrecientes, un mundo donde es difícil crecer, porque nuestros antepasados creyeron que ellos podrían crecer por siempre.
Las cosas vienen como vienen, y el modelo que heredamos también nos ha dejado cosas increíbles. El objetivo no es culpar a nadie sino decir las cosas como son, y leer la realidad para tomar acción. Las crisis de los últimos años nos empujan a los más jóvenes a tomar el control, y hay un montón de cosas que tenemos que arreglar.
En Diez Mil Años elegimos dedicarnos a la transformación radical de nuestro sistema productivo, porque la agricultura se sienta en la base de nuestra relación con la naturaleza. A los que trabajamos en esto, como a muchas otras personas de nuestra generación, este tema nos interpela íntimamente.
Las consecuencias de un desarrollo vital disociado del orden natural están a la vista de todos. Cada vez estamos más encerrados, comemos peor, estamos más ansiosos. Tenemos problemas que nuestros abuelos no. Enfermedades que no tienen sentido. También tenemos miles de herramientas, y un conocimiento de cómo afectar cambios de manera casi instantánea que van a signar el futuro de la historia.
Yo sueño con un mundo en el que las ideas que se manifiestan en la red no se mueran en el éter. Nuestra academia pretende ser un repositorio de información que afecte cambios radicales en el suelo, es decir, que transforme nuestra relación con la naturaleza desde la raíz. Las telecomunicaciones nos permiten hacer algo parecido a la magia, porque cualquier declaración puede tener un impacto en un lugar lejano.
Imagínense un modelo de producción distribuido, en vez de centralizado. Un sistema productivo basado en escalas más pequeñas, pero profundamente conectados con el resto del mundo en la transmisión de información. Un sistema productivo basado en emprendimientos más diversos, menos dependientes de insumos externos, que promuevan la soberanía de los agentes que los construyen.
¿Qué otra alternativa de desarrollo nos propone el mundo de hoy, donde un día estalla una pandemia o cambia el orden geopolítico y el precio del petróleo pasa de 65 a 17, a 115 dólares el barril? ¿Y quién paga las consecuencias de esta inestabilidad? Yo quiero apostar a un sistema diferente no sólo porque soy un soñador, que lo soy, sino porque también soy vivo y sé qué es lo que me conviene. La agricultura del futuro es de quienes conozcan los procesos de la tierra.
De la forma en la que lo veo, es la diferencia entre una vida buena donde por lo menos nos podemos hacer cargo de las externalidades del sistema que nos alimenta, donde podemos ver muy bien qué es qué, y uno tóxico, donde los alimentos son cada vez peores y el estado degenerado de nuestros agroecosistemas nos impone una presión cada vez más urgente.
Nosotros no tenemos todas las respuestas para lograr esto. Tampoco podemos decir que hacerlo es fácil, todo lo contrario, va a tomar el doble de esfuerzo. Pero como la agricultura va a cambiar, no porque lo digamos, sino porque tiene que cambiar, ¿por qué no ponerse del lado más conveniente de la historia?
Si la agricultura no tuviera que cambiar, no tendríamos los problemas que tenemos: desertificación, pérdida de fertilidad y una serie de conexiones entre enfermedades crónicas y la calidad de alimentos que consumimos, por sólo mencionar algunos.
El modelo al que apostamos es distribuido en la tierra y en la transmisión de la información. No queremos ser una academia en el sentido formal de la palabra, una entidad que almacena y resguarda información, sino una organización que promueva la construcción colectiva del conocimiento. Para lograr esto necesitamos su apoyo. No tenemos todas las respuestas, pero siempre estamos abiertos al diálogo. Ese es nuestro principio de acción.
Además, en esta acción vemos espacio para todos. Todo el mundo come. No todo el mundo tiene acceso a internet, pero esa inequidad sistémica no se cómo resolver. Comenzar por promover un discurso virtual que garantice cambios concretos en el suelo es hacer honor a nuestra capacidad de pensar, y a las herramientas que nos han dejado nuestros antepasados, para arreglar los problemas que también ellos nos han dejado. And so, the wheel of time, turns and turns and turns…