Una entrevista de Kiss the Ground a nuestro co-fundador, Guido Lois
La publicación fue producida para promover el lanzamiento del Programa de Becas Regenerativas de Kiss the Ground. Gracias al mismo, agricultores de habla hispana en Estados Unidos podrán acceder a nuestros cursos en Agricultura Regenerativa, Ganadería Regenerativa, y a otras ofertas de Escuela de Regeneración.
¿Cuál fue tu camino hacia la regeneración?
«Nací en una familia ligada al campo y la producción de alimentos. Mi padre ha tenido todos los trabajos posibles dentro de la industria, desde el campo a la mesa. Es por esto que mi primer contacto con la agricultura comenzó siendo muy chico. Ir al campo con mi padre a mediados de la década del 2000, en medio del “boom de la soja” me ayudó a entender desde muy temprana edad las consecuencias ambientales de nuestro sistema de producción de alimentos».
«Sin embargo, no fue hasta después de comenzar mi propia carrera profesional en el mundo de la comunicación y emigrar a los Estados Unidos que empecé a trabajar con Kiss the Ground y entender de qué se trata la regeneración. Me es difícil describir la importancia de este período de mi vida. Entender que la supervivencia de nuestra especie no está directamente enfrentada con la naturaleza ha re definido mi carrera y camino de vida».
«Hoy estoy tratando de comprender con más profundidad nuestro sistema productivo a través de mi trabajo en Diez Mil Años, la academia online para agricultores que co-fundé con mi socia, Mel Bacaloni«.
¿Por qué es importante para usted la regeneración?
«La regeneración es esencial para mi porque como dice Ryland en “La Historia del Suelo”, es “la tarea de nuestra generación”. Para bien o para mal, me siento profundamente interpelado por este sentido del deber. Creo que hemos llegado a un punto en el cual no nos queda mucha opción. El mundo que heredamos está lleno de maravillas por las cuáles me siento agradecido, pero también de problemas cuya escala no tiene precedente. Durante mucho tiempo esto me llevó a sentirme hastiado, y enfrentarme a la vida de una manera un tanto cínica. Pero esto no es algo sano para una persona joven. Cuando uno tiene 20 debe sentirse esperanzado».
La regeneración para mi es una forma de dar vuelta esta idea de que “no hay futuro”, de que todo se está yendo al carajo y no hay nada que hacer, con la que muchos de nosotros crecimos. Muchas veces se acusa a la gente jóven de que no tiene ganas de trabajar, de que es demasiado blanda, y demás. Si bien esto puede ser un tanto cierto, me parece estúpido no considerar que en todo caso es un producto del mundo que construyeron las generaciones anteriores. Como dije antes, lo natural es que alguien jóven se sienta esperanzado y quiera cambiar el mundo, y si no está sucediendo tal vez sea que las condiciones no están dadas, o que las personas mayores no están queriendo soltar el control y aceptar el verdadero ciclo de la vida.
Sin embargo, no me quiero ir demasiado lejos en distinciones generacionales porque no es justo para muchas personas, ni productivo para la conversación. Comprender el ciclo de la vida nos da la oportunidad de entenderla como un continuo del que todos somos parte, donde todos tenemos un rol. Viéndolo así, nos podemos encontrar en la realidad: los problemas que tenemos si se pueden revertir, van a requerir muchísimo trabajo y lo más probable es que lo logremos. Yo confío profundamente en la ingenuidad humana, y en el amor por la vida que es inherente a nuestra especie. En última instancia, la regeneración es un modelo para entender cómo hacer esto.
¿Por qué sintió que el cine era la mejor manera de compartir esta historia y qué papel juega la narración en la agricultura regenerativa?
¿Cuál es la conclusión más importante de Chaco Empoderado?
Para ser honesto, más que una decisión fue una situación que se fue dando. En algún lugar entre las cosas que me interesaban, las cosas para las que era bueno y las cosas que el mercado necesitaba se terminó dando que me dediqué a la producción audiovisual. Lo que si creo que siempre me interesó fue contar historias. Cuando estaba en la secundaria tenía una novia que leía mucho y me mostró un libro cuyo título todavía recuerdo: “Vivir Para Contarla”, por Gabriel García Marquez. Es su autobiografía y me encanta el título que eligió. Es como si el valor de experimentar la vida está en poder contarla y conectar con otros.
La narración también es importante porque las historias que construimos sobre quiénes somos determinan nuestra realidad individual y por extensión nuestra cultura. Por eso es tan importante para la agricultura regenerativa. Si queremos transformar nuestro sistema de producción de alimentos necesitamos redefinir la narrativa sobre cómo funciona y cómo hacemos para cambiarla. Cambiar de una historia de “para sobrevivir, necesitamos extraer”, a una de “vivimos en reciprocidad con la tierra y podemos prosperar juntos”.
Si imaginamos la sociedad como un círculo, a medida que sus elementos se empiezan a mover hacia el centro comienzan a rigidizarse. El cambio por lo general comienza desde afuera. El video que hicimos en Chaco no es sobre una visión idealizada de la agricultura regenerativa; con maquinaria sofisticada y principios determinantes. En cambio, muestra que te puedes alimentar cuando trabajás con la tierra.
Volviendo a verlo, me hizo pensar en cuán diferente la relación con el alimento es para alguien que vive en esas circunstancias en comparación a los niños ricos que veo aquí en Estados Unidos. Simplemente, no tiene el mismo valor. Si queremos cambiar nuestro sistema alimenticio, necesitamos gente a la que le importe la comida, que no la de por sentado. Es como si le hubiéramos quitado el valor al alimento al hacerlo demasiado disponible y en el medio, privado a los niños de esta forma tan primaria de conexión con el mundo— de sentirse vulnerables y verdaderamente vivos. ¿Cómo podrías sentir el mundo alrededor cuando todo fue construido para que estés cómodo?
No pretendo glorificar la situación de la gente en Chaco; todos estaríamos mejor si estos chicos no se vieran enfrentados a tanta dificultad. Sin embargo, por lo menos en esta situación, están aprendiendo estos principios básicos— a no dar nada por sentado y a valerse de sus propios medios para cambiar su destino. Esto me llena de esperanza, porque la rueda de la historia volverá a girar, y estos niños estarán listos para asumir los desafíos que el futuro les depare.
¿Qué te gustaría que más gente supiera sobre la agricultura regenerativa?
Aunque fui criado alrededor de la producción de alimento, crecí en una ciudad. En Marzo de 2020, a dos meses de trabajo con Diez Mil Años, la pandemia se volvió una crisis y yo tuve la bendición de que mi compañera, Laurenz, me convenciera de irnos de Los Angeles hacia el campo. Fue allí donde tuve mi primera experiencia adulta trabajando en agricultura. Esto me ayudó a entender cuán valorable la agricultura es. Cuanto trabajo duro, pasión y amor va en ello, y cuan poco es a veces retribuido.
La segunda parte es más compleja, pero creo que es una cuestión que vale la pena considerar: ¿cómo llegamos hasta aquí, y cómo mejoramos las circunstancias en las que producimos alimentos para todo el mundo? Me gustaría que la gente entienda cuán profunda y fascinante este tema es. La agricultura es el núcleo de la civilización y la piel de nuestra sociedad, nuestro primer punto de contacto con el planeta. La paradoja es que nos ha permitido desarrollar tecnologías que nos han llevado a afectar el equilibrio de los ecosistemas de los cuales dependemos para vivir a una escala tal que parece que no podemos garantizar que nuestra civilización continue su existencia.
Entonces, la pregunta sobre la tecnología es importante porque define la escala de nuestra crisis ambiental. Si tradicionalmente desarrollamos métodos que erosionaran el suelo de a poco, hoy tenemos un arma de destrucción masiva lista para operar 24/7 sobre todo el planeta. Dicho eso, la urgencia de este problema también nos permite deconstruir la historia de separación del mundo natural que hemos estado refinando durante los últimos 10.000 años.
El punto no es romantizar el pasado previo a la agricultura. La mayoría de nosotros no podría sobrevivir un año en ese mundo, y de ser posible no estoy seguro que fuera deseable. En cambio, creo que nos encontramos ante una tremenda oportunidad para evolucionar nuestra cultura humana. Para lograrlo, es esencial que desafiemos dos alternativas que compiten entre si: una, que estamos condenados a arruinar el mundo en el ciclo suicida de progreso tecnológico, y la otra, que este ciclo en realidad nos garantiza resolver todos nuestros problemas para siempre. La primera acarrea el riesgo de convertirse en una profecía auto cumplida y la segunda es, por todo lo que sé, una mera especulación.
Aunque la línea histórica que iguala el desarrollo tecnológico con la destrucción del mundo natural es reconocible, sus consecuencias apocalípticas simplemente no se han materializado todavía. Por tanto, creo que deberíamos trabajar en revertir esta tendencia con la suficiente consciencia para no obsesionarnos con ella.
Por otro lado, parece haber un sector de la sociedad invertido en desarrollar tecnologías al punto que nos permita desacoplar nuestra consciencia del mundo natural. No digo que esto no sea posible porque está afuera de mi campo de expertise, y ni siquiera estoy necesariamente en contra de que así suceda. Lo que creo es que estas ideas son, en última instancia, nada más que fantasías. Creo que se parecen demasiado a otros prospectos peligrosos, como la transcendencia religiosa.
Las dos alternativas están basadas en la suposición de que la tecnología es inherentemente distinta a la naturaleza. Debe por tanto destruirla, o suplantarla. La oportunidad de sobreponerse a esta dicotomía inútil es expandir nuestra idea de naturaleza para incluirnos a nosotros mismos, y por extensión, a la tecnología. No hay prueba de que ninguna realidad simbólica pueda existir sin la material. Lo que necesitamos es dejar de concebirlas como opuestas. En cambio, necesitamos reunirlas.
Esto es todo para decir que hay una crisis de sentido detrás de los desafíos que afrontamos. El conflicto central tiene más que ver con cómo hacemos sentido del mundo y menos sobre cuánto dióxido de carbono hay en la atmósfera. Por suerte tenemos todos los medios tecnológicos para resolver esa parte. Sin embargo, si la ciencia convencional es precisa y el problema que enfrentamos es existencial, necesitamos resolver este conflicto central. Es por esto que creo que la agricultura regenerativa es tan importante. Es un modelo de referencia para entender nuestra propia existencia, porque es la base de ella. Define nuestros medios de supervivencia.
Para que todos puedan reflexionar sobre esto por su cuenta, los invitaría a observar cualquier ecosistema natural. Últimamente, esto me ha ayudado a transformar esta noción de que “producimos y hacemos” sentido del mundo en el entendimiento de que toda la realidad física está inherentemente llena de sentido, y que todo lo que podemos hacer es experimentarla, hacerla fluir. Cada vez que considero esto en profundidad, siento que todo va a estar bien, me siento menos solo, y creo que mucha gente se podría beneficiar de esto.